Informe Siulnas


Informe Siulnas, El humor /Junio 2011, con él fundamentamos la labor social de nuestra profesión como dibujantes.

FUNCION SOCIAL DEL HUMOR

El 29 de diciembre de 1981, al inaugurar el Museo de la Caricatura Severo Vaccaro, su sede propia en el barrio de Constitución, hizo uso de la palabra el entonces decano de los dibujantes argentinos –Lino Palacio-, expresando entre otras cosas:
“Los dibujantes humoristas no se dan cuenta de lo que representan en el mundo… porque hacer reír, hacer sonreír es una obra de amor… Al hacer lo que hacemos estamos dando a la gente que nos rodea, unos momentos de sosiego, de paz, de tranquilidad, y además una sonrisa en medio de todo”


EL HUMOR COMO TERAPIA.

La función social del humor, ya la había tomado muy en cuenta, en plena era del Renacimiento, el escritor francés doctorado en Medicina, Francois Rabelais, quien aplicó la risa rabelesiana induciendo al enfermo a cantar y reír; actualmente ciertas escuelas psicológicas y médicas aconsejan observar este  comportamiento dado que esta actitud del enfermo motivada por el médico despierta en el organismo defensas especiales, lo cual permite considerar que no es aventurado afirmar que el humor, más que un pasatiempo es una terapia indispensable.
Durante los años de la segunda guerra mundial (1939-1945), la última página de los principales diarios –totalmente de historietas- era lo primero que se leía como para contrarrestar las dramáticas informaciones con que había que enfrentarse en la primera plana. Y los grandes protagonistas de esas páginas esenciales eran los dibujantes que no trabajaban en relación de dependencia, porque la creatividad en sí misma, especialmente la humorística no puede depender más que de la mente del autor.


LOS EX “COLABORADORES”

Antes se los llamaba colaboradores, se les hacía descuentos jubilatorios equivalentes al 9% del monto a cobrar, que en general servían para aumentar el monto de los haberes al jubilarse en otras actividades afines, si las tenían; asimismo esos descuentos los hacían acreedores al porcentual de aguinaldo al finalizar el año; colaboradores del Libro de Oro Patoruzú, por citar un caso atípico, por una sola colaboración anual recibían un porcentaje en concepto de aguinaldo.
Después se eliminó la figura del “colaborador”, que pasó a ser para las empresas periodísticas, Autónomo, es decir un simple prestador de servicios, como podría serlo un plomero, un cerrajero o un electricista cuya tarea quedaba circunscripta a una necesidad puntual y momentánea de la empresa que solicitaba sus servicios –los cuales se prestaban a muchas otras empresas-, limitándose a abonar una factura que estuviera en regla. Esa recategorización significó a los otrora colaboradores, la obligatoriedad de inscribirse en la Caja de Autónomos, emitir facturas especiales impresas en determinadas imprentas y abonar mensualmente un monto básico fijo que en muchos casos supera con creces el 9%  que antes se le descontaba de lo efectivamente percibido, motivo por el que para no pocos dibujantes es preferible no publicar, ya que hacerlo puede significarle un importe mayor, por estar inscripto, que lo que la empresa respectiva llegaría a pagarle por su trabajo. Vendría a ser, inversamente, un impuesto por el derecho a publicar. Quiero hacer hincapié en esto: si en el pasado a un humorista gráfico se le publicaban en el mes chistes por valor de $100, las empresas organizadas como la ex Editorial Haynes, por citar un ejemplo, descontaban $9, liquidando $91; si se les publicaba por valor de $200, se les descontaba $18 y se les abonaba $182. Con el sistema actual, en el primer caso, tiene que agregar un 50% a lo que percibe, para tener derecho a cobrarlo, y en el segundo caso, sólo le quedaría el 25% de lo cobrado. Y lamentablemente este bajo rendimiento no es algo utópico, sino una posibilidad no descartable cuando las publicaciones son pocas.
De todos modos, la “no” relación de dependencia del colaborador, siempre le significó un futuro incierto, al que pocos escaparon transcurrido el período de esplendor de sus dibujos. Porque el dibujo al colaborador es lo que la cara al actor cuando se deja de buscarlo en sus actuaciones, sean televisivas, cinematográficas o teatrales.
Asimismo, a una gran mayoría de dibujantes les ha tocado pasar por esperanzadas publicaciones  que solían no pasar de la segunda o tercera edición. Y valga la paradoja, pero el nombre de los dibujantes que no cuentan con un medio estable, termina desdibujándose.
De todos modos, hasta los medios estables, en algún momento dejaron de serlo: “Patoruzú”, “Rico Tipo”, “Tía Vicenta” (ésta última en varias etapas)…
Vamos a tomar un ejemplo para ilustrar esta aseveración.


PEDRO SEGUI, UN CASO PARADIGMATICO

A mediados de los años 80, entre los pintores y dibujantes que en la porteña calle Caminito en el barrio de la Boca, realizaban y ponían en venta sus creaciones a la vista del público, solía encontrarse un dibujante humorístico que alcanzó gran notoriedad en las décadas del 40 y el 50.
En los últimos tiempos, el creciente deterioro de su salud había limitado su participación a la realización de los dibujos que su esposa –“Chiquita”, como la llamaba desde siempre- siguió trasladando hasta el stand en que eran ofrecidos en venta a los turistas.
Era todo lo que podía hacer el otrora inquieto dibujante Pedro Seguí, cuya pasada capacidad de producción lo había convertido en uno de los más solicitados dibujantes de esos años.
Todos los fines de semana, “Chiquita” hacía el trayecto desde Lomas de Zamora hasta la Boca, llevando nuevas obras del marido mientras trataba de insuflarse ánimo convenciéndose a sí misma que de alguna manera, esta experiencia atípica en sus vidas, mantenía vigente el nombre del dibujante con el que compartiera éxitos aquí y en el Brasil; era una forma de contribuir a que no se apagase del todo esa popularidad de otros tiempos.
Pero lo que realmente se estaba apagando era la propia vida del dibujante; por eso a “Chiquita” cada vez se le hacía más interminable ese trayecto de los fines de semana. Pero a los turistas hay que mostrarles la mejor expresión; ellos están paseando, no les interesa convertirse en receptores de penurias ajenas.
De todos modos, el primer fin de semana de julio de 1988, “Chiquita” no concurriría a la calle Caminito; un día antes, el viernes 1º, mientras los diversos medios gràficos, radiales y televisivos recordaban el fallecimiento de Leandro N. Alem y Juan Domingo Perón, la vida de Pedro Seguí se extinguía silenciosamente, tan silenciosamente que sólo con el correr de los días sus colegas más cercanos supieron de su deceso…

Pedro Seguí se había iniciado en la profesión como ayudante del dibujante Divito, cuando éste aun integraba el plantel de colaboradores de “Patoruzú”; por supuesto, cuando este popular dibujante se lanza con “Rico Tipo”, no quiere desprenderse de su ayudante, llevándolo con él a la nueva publicación. Pero Seguí, que al margen de esta tarea compartida siempre había sacado tiempo para dibujar en su propio estilo, tenía como objetivo no seguir siendo el ayudante de Divito, sino un dibujante más de “Rico Tipo”, propósito al que contribuye Miguel Babio Esquiú, al entusiasmarse ante la recreación gráfica que de su personaje Juan Mondiola realizara Seguí, en quien había recaído accidentalmente la tarea de ilustrar esa página.
Y “Rico Tipo” se convierte para Seguí en una verdadera catapulta: a las numerosas publicaciones que requieren sus dibujos –“Mundo Argentino”, “El Hogar”, “Leoplán”, “Antena”, “Chicas”, “El Trencito”, entre tantas otras- se suma el requerimiento de las agencias de publicidad para promover con sus dibujos productos de las marcas más renombradas de esos años; hasta tendrá su propia academia de dibujo en plena calle Florida. Su actividad previa como ayudante de Divito tiene mucho que ver en esto; de tanto colaborar con el famoso creador de las “chicas” conocidas como “las Divito”, Seguí ha alcanzado una verdadera especialización en el género, y cuando puede estampar su propia firma al pie de las mismas, las dibuja “más naturales” que las de su ex jefe, quien en realidad había hecho una muy exagerada caricaturización de la mujer argentina que muchas tomaron al pie de la letra, llegando a las mayores mortificaciones –modelador combinado para lograr la misma silueta que las chicas dibujadas, etc.- al suponer modelo de perfección lo que no era sino una caricaturización.
Seguí, en cambio, más que una caricatura hizo casi un retrato de la mujer argentina, pese a lo cual, muchas de las publicaciones que requirieron sus dibujos buscaron contraponer esas chicas a las de Divito, como una forma de competir con “Rico Tipo”; tal es el caso de revistas como “Pobre Diablo” y “Tío Vivo”, entre otras.


HUBO MUCHOS OCASOS

Por supuesto, el de Pedro Seguí no es un caso aislado; tanto durante mi gestión como asesor y coordinador de las actividades de extensión cultural del Museo de la Caricatura, como en mi tarea de investigador de la historia del humor en la Argentina, pude apreciar muy directamente el deterioro  constante y progresivo del poder adquisitivo de muchos colegas ya veteranos que habían alcanzado en el pasado un buen nivel de fama y a medida que pasaba el tiempo se sumían en un mayor ostracismo por tener que renunciar incluso, a la continuidad de una línea telefónica que posibilitara contactarse con ellos.


NO OLVIDAR LAS PALABRAS DE LINO PALACIO

“Los dibujantes humoristas no se dan cuenta de lo que representan en el mundo… porque hacer reír, hacer sonreír es una obra de amor… Al hacer lo que hacemos estamos dando a la gente que nos rodea, unos momentos de sosiego, de paz, de tranquilidad, y además una sonrisa en medio de todo”

Hace algo más de medio siglo, en una sentencia por una querella contra los directores de una revista humorística, señaló el entonces juez Dr. Panelo:
“La risa no se da ni en los dictadores, ni en los esclavos, y a mantenerla debemos contribuir todos con nuestra comprensión y tolerancia”.
¡Qué importante es que existan los humoristas, a pesar de la indiferencia con que se mira la tarea de muchos de ellos, a pesar de que no se los encuadra como lo que realmente son: anónimos trabajadores sociales.
Es cierto, como sentenció Lino Palacio, que ni ellos se dan cuenta, y es su absoluta libertad creativa (cuando no se los condiciona políticamente, cabe la salvedad) la que proporciona esa “terapia” tan necesaria para que no seamos simplemente, como decía el escritor Ramón Gómez de la Serna, “profesionales del vivir, en toda la sumisión que representa ese profesionalismo”.
Es cierto que los humoristas gráficos e historietistas, por las características de su tarea deben desempeñarse en un marco de libertad creativa, y hay que tener en cuenta que esa no relación de dependencia, puede originar ostensibles oscilaciones en lo que a sus ingresos se refiere. Vale decir que aplicarles el régimen de Autónomos puede tornarse muy a menudo injusto, porque el importe a abonar en la Caja de Autónomos se nivela hacia arriba, fijando el límite hasta el que vale la cuota básica, pero no nivela hacia abajo, lo que puede determinar que esa cuota básica supere, algunos meses, en determinados casos, la propia suma cobrada por trabajos realizados.

Pero hay algo que no puede dejar de estar presente en esta evaluación: los realizadores de chistes gráficos e historietas no pueden ser considerados “autónomos” en el periodismo; deben volver a ser considerados “colaboradores”; y colaboradores que cumplen una verdadera función social. La importancia de su tarea en este aspecto viene siendo avalada desde el Renacimiento.
Ellos vienen haciendo –muchos sin darse cuenta, como dijera Lino Palacio- un indispensable aporte a la sociedad, y la sociedad debe reconocérselo ahora para que siga habiendo en el futuro dibujantes con posibilidades de seguir haciendo ese aporte a la sociedad, y no deban resignarse a tener que dedicarse a otras tareas menos gratas, pero que les aseguren una jubilación digna.


Oscar Vázquez Lucio (Siulnas)